Imágenes de un mundo que existe y vive
por Osvaldo Bayer
Un libro con fotos estenopeicas. Sí, mejor decir con fotos tomadas de la manera más sencilla y natural. Un tarro de lata con un agujero y un papel sensible a la luz, adentro. Se abre el agujerito y allí va a surgir la imagen que se tiene enfrente. Así de sencillo. Como una sandalia o un cinturón de cuero que hacen las manos de nuestros pueblos originarios. Este es el valor de las imágenes de este libro. Fotografías tal cual tomaron ellos mismos, en sus oficios sencillos. Tan sencillos y naturales como el trino de un pájaro, el susurro de una hoja o el beber agua de una cascada. Estas son las imágenes que quisieron ver ellos y que ahora las podemos ver nosotros. Rostros que miran el horizonte sin otra espera que la luz del día y ver la naturaleza tal cual es. Una tras otra estas fotografías “naturales” obtenidas por los miembros de la Comunidad Lago Rosario, y coordinada por dos sensibles artistas de la imagen, Verónica y Esteban.
No necesitaron otra cosa que fijar la imagen de lo que es auténtico, de lo que vive allí, donde habitan esos pueblos desde hace siglos y que guardan su naturaleza, cantan, bailan y están. No quieren ser, quieren estar. Saben que han llegado a la tierra para participar con ella de la vida y luego dejarla tal cual es para los que vienen. Y estas fotos “naturales” nos dicen tal cual son a través de sus imágenes. Allí tenemos el rostro de doña Elia Namuncurá, entre ramas y troncos que la miran pasar, sin prisa, de acuerdo al ritmo que guarda la luz todos los días y con esa sabiduría simple que le hace atender todos los ruidos increíbles del mundo vivo que la rodea. Ella debe saber sanar, cuidar, mirar, trabajar con las manos y gozar de todo ese vivir que percibe que tiene un término pero que no hay que apurarlo. Hay que dejarlo en el ritmo que tienen las horas, el sol, la noche. Vemos el rostro de niños inquiriendo a la sencilla lata agujereada cuál es el misterio que la rodea, hay un ojo de Dios que los mira o es sencillamente un paso más de eso algo tan curioso e indefinible que es la vida y su naturaleza plena de verdes y trinos. Las viviendas que nos miran, las paredes sencillas que observan curiosas con niños y adultos abrazados, animalitos, banderas que nos miran y se despliegan para que las admiremos, sombras, claridades, telares con el eterno tejer de las mujeres que parecieran que crearan así vida, que surgieran seres a través de sus manos. Y también esas manos en posición de ofrenda a quien haya creado todo eso, los enormes instrumentos musicales que exhalan sonidos hondos y naturales, y paisaje, paisaje, más viviendas sencillas, para recostarse y soñar en su interior cuando el dios desconocido nos manda la lluvia de la fertilidad. Las imágenes son sabias, así sin proponérselo. Nos están diciendo: la vida de estos seres de siempre es así, al ritmo de lo natural, sin ruídos de motores, sin sirenas de alerta, sin medidores de tierras para darles un valor monetario. No, parece que esas imágenes nos dijeran: déjennos vivir, así, crecer así, soñar así, nacer e irse para siempre así, déjennos con el canto de sus pájaros y el color bien puro de sus cielos y de sus nubes, del correr de sus niños por esas planicies plenas de brotes y pimpollos. Y la lentitud de sus cabalgaduras y de sus propios pasos. Y esos inmensos lagos que descansan entre montañas y sí, por ahí una bicicleta, por qué no, no lanzan gases ni hacen ruido. Y siempre el paisaje y de pronto un juguete. Sí, eso sí, jugar es imaginar, es reir, sonreir, preguntarse. Todo un mundo, de sombras y soles, de amaneceres y atardeceres sin cesar. El mirar profundo hacia el horizonte.
Un paseo, un viaje, con otras fotografías que son otras imágenes. Tal vez más auténticas, más parecidas a los que nos dan los ojos, sí pero los ojos con una conciencia ancestral adentro. Ver como si fuera todo un pasado y sin embargo es un eterno presente.
Otra forma de ver la vida con otras imágenes. Un verdadero arte. Ir pasando página por página es algo nuevo, que nos enseña mucho, que nos inspira a cuidar, a ver, a mantener todo el escenario que todavía no ha sido destruido. Otra forma de vivir. Hay sabiduría en estas imágenes. De ver lo otro. Gracias, Verónica y Esteban. Vuestra tarea es saber ver las raíces de un mundo que existe y vive.